Ya está aquí otra vez la Navidad.

Para mí, la Navidad es muy triste. No me trae recuerdos felices, creo. No obstante, ese sentimiento de felicidad, normalmente asociado al estrés y a la percepción de la obligación de sentirse felices me obliga a sentirme mal por no disfrutar de unas felices fiestas. Antes ya me pasaba y ahora, pues con muchos más motivos. Vale, lo reconozco y asumo que no lo queráis reconocer en público vosotros. No pasa nada, ya lo hago yo: odio la Navidad profundamente. Nunca me ha gustado, pero en estos momentos me produce un dolor casi asfixiante. Recordar a mi madre preparando la cena, por ejemplo, me provoca una hiriente punzada en el corazón. La silla de mi madre está vacía y ocupada a la vez…

Bueno, ya que hay que vivir el presente como se pueda, lo mejor es no pensar en lo que podía ser y no es. He decidido coger el toro por los cuernos, disculpadme ahora por la metáfora taurina, y llevar de la mejor manera estos días por los que hay que pasar una vez al año, vaya gracia dadas las circunstancias. Las navidades son esa «regla anual» por la que todos debemos pasar. Mi consuelo es que siempre se sobrevive y no se vuelve a repetir hasta el año siguiente.

A continuación, espero que lo entendáis como una felicitación navideña, voy a enumerar algunas recomendaciones que se me ocurren para superar las navidades cuando uno de tus familiares tiene una enfermedad neurodegenerativa tipo demencia o alzhéimer:

  • Ahuyentad al fantasma de las navidades pasadas. En serio, la vida ya dejará un hueco para que ejerza su función en el futuro. No es el momento de abandonarse a la tristeza de la nostalgia, no, ya llegará. Hay que disfrutar de lo que se tiene, aunque sea mínimo.
  • Me siento afortunada porque nunca hemos celebrado reuniones con grandes aglomeraciones de familiares. Siempre hemos sido muy muy reducidos en ese sentido, y la verdad es que lo agradezco enormemente. Si no es vuestro caso, yo las evitaría. En primer lugar, por aliviar la ansiedad de la persona enferma y, sobre todo, por vuestra propia tranquilidad. Si ya es difícil que vuestro familiar entienda la vida cotidiana, imaginaos lo que puede ser para esa persona que sus horarios se alteren y encontrarse rodeada de desconocidos que gritan y beben. Por favor, evitad reuniones familiares con mucha gente. Sed sensatos.
  • Si no se puede evitar —insisto, debería poder evitarse—, colocaos cerca de la persona para que os tenga de referente. A mí me causa mucho malestar detectar que mi madre lo está pasando mal porque no sabe comer o porque necesita ayuda para lo más básico. Convertíos en sus extremidades y permaneced atentos para prestarles la ayuda que necesiten. Procurad no dar la nota, no es necesario que todo el mundo se entere y que la persona sea el centro de atención. Actuad con normalidad. Recordad que el cuidador nunca descansa en festivos. Deberíais ser un apoyo para que la persona no se sienta ni intimidada por la presencia de tanta gente ni, mucho menos, avergonzada.
  • Si hay niños, puede ser un estupendo momento para poner en práctica algún juego terapéutico que les guste a todos. Eso sí, si hay muchos niños o no los conocéis, yo en vuestro lugar eludiría jugar. ¿La razón? Es muy fácil que se os vaya de las manos.
  • Espero que nadie me recuerde en el futuro lo que voy a decir, por favor… Animaos a cantar unos villancicos, seguro que vuestro familiar lo disfruta un montón. Y, siempre y cuando que se haga desde el respeto, echarse unos bailes también es terapéutico. Disfrutar del ambiente festivo no tiene por qué ser malo si lo hacéis desde el cariño.
  • El anterior consejo me lleva a pediros que seáis todavía más cariñosos con ellos. Os hará bien a vosotros también. No dejéis que el estrés y los nervios de la Navidad os afecten en el trato a vuestro ser querido, por favor. Ellos lo notan y no conviene llevarse malos ratos gratuitamente.
  • El cuñadismo es peligroso. Todos sabemos que la política es un tema recurrente en estas reuniones. Por el bien de todos, no solo del enfermo, pasad de discusiones en las que no vais a llegar a ninguna conclusión y solo van a servir para acalorar los ánimos. Por otro lado, me parece una falta de respeto abordar cuestiones relativas a decisiones que se deban tomar en relación al enfermo en una cena de Navidad. Si el tema sale a colación, cortad por lo sano, ¿qué os parecería a vosotros que se hablara entre langostino y copa sobre vuestro futuro? Además, el alcohol con el que se riegan las cenas navideñas no es un buen acompañante para la racionalidad y, además, potencia las discusiones. Terminantemente prohibido tomar decisiones en las cenas navideñas, aunque os juntéis todos, prohibido. La Navidad es tiempo de felicidad, ¿no? Pues eso, si tenéis que decidir algo, ya quedáis otro día, a ser posible solo los que tengan grado de consanguinidad. No es que tenga nada en contra de las ramas políticas de la familia, pero la política (a la familiar me refiero) es complicada y no conviene llenar algo tan serio de reproches y de rencores ajenos al problema.
  • Cuidad la dieta. Vale que por un día no pasa nada, pero al final nuestras navidades se componen de dos cenas y tres comidas como mínimo. Ya son cinco días de saltarse horarios, de irse tarde a la cama y de ingerir calorías y azúcar, ¡cuidado!
  • Intentad mantener las rutinas a pesar de las fechas. Podéis intentar adaptar vuestras actividades a la temática navideña.
  • A ver, a ver, os voy a echar la bronca antes siquiera de que empiecen las fiestas. Será muy muy cultural, tradicional… lo que queráis, ni se os ocurra poner una copita de vino al enfermo. Parece que estoy diciendo una burrada, pero no creo que me equivoque mucho si digo que no me parecería nada raro que a algún gracioso se le ocurra esa brillante idea. No solo es que crea que es totalmente irracional y no tiene ningún sentido que un enfermo de alzhéimer o demencia beba, por motivos obvios, sino que además es contraproducente. Aparte de la probablemente larga lista de medicamentos que entran diariamente en su cuerpo y que interaccionan negativamente con el alcohol, también hay que considerar que estamos hablando de personas neurológicamente inestables en un ambiente ya de por sí  inestable y fuera de lo habitual. ¡Ni una copita de champán ni nada de nada! «No» es no. No juguéis así con la voluntad de nadie. Es una estupidez.
  • No os olvidéis de los regalos. Aunque la persona no comprenda nada, es bonito que participe de todo el ceremonial. A todo el mundo le gusta abrir regalos pese a que no tenga ni idea de lo que está haciendo. Y para los demás también es agradable vivenciar un momento bonito.
  • Rezad lo que sepáis al dios que más os convenga para no tener que ir al médico. Cuidad la salud de vuestro enfermo y la vuestra también. Las navidades en Urgencias son, si cabe, más tristes y largas.

Y después de estos consejos que parecen casi un manifiesto antinavideño, solo me queda desearos unas felices fiestas y un feliz 2017. ¡Hala! Ya está dicho, disfrutad lo que podáis y no os olvidéis de hacer felices a vuestro familiar, vamos, lo de todos los días.