En la entrada anterior, quise hacer una pequeña y muy básica explicación acerca de cómo se ven mermadas las capacidades matemáticas en enfermedades donde varias de las regiones cerebrales (parietal, frontal, cortical…) se ven afectadas. Parece ser que hay una interconexión en este sentido entre ellas, aunque todavía no hay una unanimidad sobre en qué forma o se desconoce si estas áreas trabajan separadamente en los aspectos matemáticos.
Como no puedo hablar en términos científicos, voy a hablar de la experiencia matemática con mi madre.
Hace dos años, las capacidades matemáticas de mi madre, sin ser las que fueron, permanecían relativamente pasables. Mi madre podía:
- Realizar sumas de dos o tres sumandos con cifras complejas. Las restas le costaban un poco más.
- Contar hasta 100 y desde 20 de manera inversa.
- Realizar operaciones sencillas mentalmente y verbalizarlas: (4+3-5+8=10).
- Solucionar problemas sencillos del palo de “Si un kilo de naranjas cuesta 50 céntimos, ¿cuánto cuestan 3,5 kilos?”.
- Verbalizar y escribir series de números pares o impares.
- Comprender el concepto de magnitud.
La huella de la enfermedad está haciendo evidente la acalculia hasta límites infinitos. Creo que ahora mi madre reconoce pocos números, quizás solo hasta el 3 y puede repetir algunas operaciones matemáticas muy básicas sin comprenderlas, por ejemplo, 2+2=4. Durante este tiempo, hemos trabajado la matemática mediante diversas actividades. Algunas de ellas, os las iré explicando en entradas posteriores. Os comentaré algunos procedimientos:
- Sumas y restas.
- Contar.
- Contar con los dedos.
- Equivalencias.
- Escritura y lectura de cifras.
- Series lógico-matemáticas sencillas (como el ejercicio de monedas)
- Tablas de multiplicar.
En un principio, pensé que sería interesante trabajar con el ábaco, por aquello de la comprensión de las cifras. Sin embargo, poco a poco desistí de esa idea porque me di cuenta de que no se trataba de que mi madre comprendiera el concepto del número. No tenía sentido esforzarnos en algo que parecía iba a desaparecer rápidamente. Probablemente, haya tardado más de lo que parecía en perderlo. Me explico, una cosa es que lo entendiera o no y otra bien distinta es que pudiera expresarlo. Por otro lado, el hecho de potenciar su comprensión me pareció que podía ser contraproducente. Es decir, cargarla con actividades en las que tuviera que desarrollar el pensamiento lógico, de manera un tanto abstracta (comprender que unas bolitas representan las centenas y otras las decenas requiere abstracción), cuando este se encuentra claramente en retroceso puesto que está ligado a otras capacidades como las lingüísticas, aparte de no tener sentido en sí mismo, podía saturarla y no cumplir ningún objetivo. Llegados a cierto punto, la finalidad primordial del trabajo terapéutico casero es mantener la memoria, en todas sus dimensiones, más que comprender ciertos conceptos.
Os voy a poner un ejemplo para clarificarlo. No hace ni medio año, mi hermana se quejaba de que mi sobrino no era capaz de aprenderse las tablas de multiplicar. El actual método de enseñanza de la multiplicación gira en torno a la comprensión del concepto de la multiplicación, lo que me parece muy bien. Sin embargo, en la práctica los niños se ven obligados a memorizar las tablas. Más o menos como se han venido aprendiendo desde siempre. El hecho era que mi sobrino era incapaz de decir cuánto era 3×7 y mi madre, que ya por entonces no recordaba quiénes éramos nosotras, podía cantar el resultado automáticamente sin pensar, sin comprender en absoluto qué diantres significa eso de 3 veces 7. Esto, desde mi punto de vista y observando estos niveles de terapia a mínimos, me parece lo más importante.
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