Bien, hemos acabado con la parte emocional, entremos en materia: aprender a ser la terapeuta de mi madre. Hablaré de mi perfil profesional, pues. Habiéndoos contado a grandes rasgos el drama familiar, llega el momento del autobombo. Así que os voy a hablar un poco de mí. No os preocupéis, no va a ser esta una entrada autobiográfica. Al contrario, me dedicaré a desarrollar un perfil profesional a lo LinkedIn y algunos otros aspectos psicológicos.

Estudié sin demasiada vocación, todo sea dicho, Educación Social. No hablaré de las perspectivas laborales de una carrera en declive orientada a los Servicios Sociales en este país en el que tanto (ironía, por si no se nota) se cuida la atención a las diversas problemáticas sociales, ni tampoco de la gestión de las mismas. Tampoco tocaré el tema de la insuficiencia académica. Trabajé en algunos ámbitos de la Educación Social, algunos para mi gusto de entonces un tanto superficiales. Reconozco que los problemas personales ajenos, -porque los problemas sociales resultan ser, en definitiva, problemas que terminan siendo personales-, me producían desazón. En este oficio, nunca dejas los problemas en el trabajo, nunca. Se van contigo a tu casa y a tu cama. Debo confesar algo positivo: no se me daba mal interactuar con personas (mejor que ahora) y, de alguna manera, tengo cierta paciencia e intuición (de las que hablaré muy a menudo en este blog). Incluso, vamos a darlo todo, pongo mucha pasión en lo que hago cuando estoy motivada. El caso es que un día me desmotivé, bueno, no fue concretamente un día, pero acabé harta y no tenía ganas de seguir en el sector. Así que con el tiempo, ideé un plan de evacuación y mi vida, ya por aquel entonces aturullada por los problemas familiares, mejoró en ese aspecto. Me deshice de los dramas sociales y aunque los dramas familiares ocupaban posiciones de parrilla, yo me encontraba más tranquila.

Pasado un tiempo, agobiada por el estrés familiar y personal, me tomé unos meses de reflexión y descanso familiar fuera. Si soy sincera, me obligué a sentirme optimista con la situación de mi madre y lo que deseaba era comenzar otra vida lejos de los problemas. Y así lo hice durante un año hasta que las circunstancias y mis entrañas me forzaron a volver para enfrentarme a la situación tras el infarto de mi madre. Terriblemente triste a mi regreso, mi principal motivación fue aprender e intentar utilizar todos mis recursos, tanto los que ya sabía como los que quería conocer, para retrasar –en mi idealizada forma de pensar, mi objetivo era frenar- la enfermedad de mi madre.

Indagué por el panorama de los másteres españoles, qué difícil es huir de los estigmas académicos. Estuve a punto de matricularme en un máster en Gerontología y también sopesé hacer un curso de Auxiliar Geriátrica, aunque después de un tiempo investigando y haciendo unas cuentas imposibles, me di cuenta de que no quería convertirme en una profesional del tema y dedicarme a la demencia de por vida ya que algo me dice, puede que sea la genética, que yo podría padecerla y, sinceramente, me gustaría tomarme un descanso de esta enfermedad hasta que me toque a mí.

Así que después de mucha reflexión, opté por ser autodidacta y creativa, que es lo que he estado haciendo hasta ahora. Internet resulta muy útil, es verdad. Pero el conocimiento que tengo sobre mi madre, la motivación personal y mis dotes (autobombo exprés, no me toméis muy en serio) profesionales y personales me convierten en la persona ideal para ser la terapeuta de mi madre. Es verdad que quizás sea un poco soberbia esta afirmación. Sobre todo si me paso el principio de objetividad por algún forro perdido de la vera de Dios. A veces, es mejor que alguien externo trabaje aspectos terapéuticos, sin emociones de por medio, aunque tengo mis dudas sobre si la profesionalidad debería ser tan aséptica. En definitivas cuentas, puede que sea mejor no mezclar sentimientos y emociones en una terapia, sin embargo, esto es lo que hay y yo, con mis más y mis menos, he tomado la decisión de acompañar a mi madre en este viaje, no solo por ella, sino porque a veces siento que es más terapéutico para mí que para ella.

Por supuesto, no se puede ser terapeuta por uno mismo, ni quisiera atribuirme el mérito de algo, sabiendo además que nunca va a ser un éxito. Cada uno en su familia tiene un rol y necesita de los otros. La familia in extremis debe permanecer unida, aunque perezca en el intento. Es tan dramático tensar la cuerda familiar que no entraré en detalles. El puesto que ocupamos en nuestras familias bien lo sabemos aunque no seamos conscientes del mismo. En contextos de enfermedad, estos roles adquiridos se hacen patentes y la extraña relación simbiótica familiar se pone a prueba. Te necesitan al igual que tú los necesitas a ellos, en la misma medida en que te irritan y viceversa. Como es previsible, que exista un grave problema familiar no resolverá los problemas acumulados en la vida de la familia. Es más, es un aspecto a tener muy en cuenta, porque sentimientos, personalidades, conflictos y demás dramas emocionales van a estar a flor de piel constantemente.

Teniendo en cuenta todo este rollo y que, además, escribir es algo esencial (seamos locos, terapéutico) en mi vida, me he atrevido a lanzar este blog con la idea de no solo ayudarme a mí misma, sino también ofrecer los recursos que hemos utilizado con mi madre a lo largo de estos dos años. No he inventado la pólvora, no se trata de un nuevo método de terapia para personas con enfermedades neurodegenerativas. Solo quiero mostrar cómo poner en práctica algunas técnicas bastante sencillas y la utilización de diversos materiales en casa. ¿El fin? Si te encuentras en la misma situación, si tu madre, tu padre u otro ser querido padece esta terrible enfermedad, a veces reconforta escuchar o leer algo de alguien que está pasando por lo mismo. El mundo está lleno de incomprendidos. El dolor es de propiedad particular y es muy difícil de entender desde la lejanía. No estás solo. Lo que aquí se expone puede que te sea útil y si tienes algún consejo o alguna propuesta, también me gustaría no sentirme sola. Es más, lo agradecería enormemente.