Seguro que habéis oído que los enfermos afectados por enfermedades neurodegenerativas tipo alzhéimer o demencia son como niños. Cuando alguien me dice eso, me duelen los oídos, me pican los ojos y algo se me remueve por dentro porque me parece una estupidez por diversos motivos; uno de ellos que considero que soltar semejante tontería es menospreciar a unos y a otros. Sin embargo, admito que reconozco comportamientos y muecas infantiles en mi madre y que, además, me gustan mucho. A veces, veo en su cara los gestos de los niños de nuestra familia y me imagino que tengo enfrente de mí a esa niña que un día fue.  

Mi madre era una persona sobria a la castellana. No se trataba solo de que no expresara sus sentimientos, sino que hacía tremendos esfuerzos para evitar que se notara siquiera que los tenía. Por otro lado, hacía todo lo posible por transmitirnos la importancia de, por ejemplo, no manifestar nuestras emociones delante de nadie. Cuento esto sin rencores ni traumas, no os penséis que se lo reprocho, nuestro carácter se forjó de aquella manera en un ambiente en el que no se hablaba de lo que de veras ocurría en nuestros corazoncitos, pero que se intuía, por lo que me gusta pensar que desarrolló mi faceta intuitiva. No niego que sea más saludable crecer aprendiendo a expresar tus emociones sin miedo, pero hay que trabajar con lo que se tiene, así que no es el momento de lamentarse ni de echar en cara nada, incluso, por qué no, se lo agradezco; aquella forma de reprimir emociones me hizo valorar lo importante que es expresarlas y también me convirtió en esa persona fría y calculadora que soy,  je. Lo suyo llevaría por dentro, lo sé, pese a ello no era consciente (o igual sí) de que su rostro se escapaba a su férreo control antiemociones y era capaz de expresar inconscientemente muchos sentimientos, emociones y pensamientos con sus gestos involuntarios. Se podría pensar que lo que digo es fruto del amor de hija, del conocimiento profundo que tengo sobre ella y de ese extraño poder que tienen las madres de comunicarse sin hablar. No me importa lo que opinéis, lo creo firmemente, aunque no tenga ninguna base científica para demostrarlo. 

Ahora, cuando ya la comunicación verbal es oficialmente imposible, a oídos extraños que no a los míos, puedo obtener una idea bastante aproximada de lo que pasa por su mente horriblemente diluida, gracias a esos gestos y expresiones tan familiares. Como os decía, en ocasiones, veo a la niña que una vez fue en ese repertorio de alzamientos de ceja, sonrisas irónicas (increíblemente, la ironía sigue presente en ella, porque sí, es verdad, a veces era una chunga, muy divertida, pero una chunga), caídas condescendientes de párpados, brillos de pupilas, balanceos de mejillas, hoyuelos gamberros y movimientos parlantes de cuello que nos provocan la risa y nos dicen cómo se siente mi madre, de la misma manera que cuando ella no soltaba prenda sobre lo que pensaba –aunque su cara la delatara–, nos aterrorizaba –maternalmente hablando–, se reía sin reírse y también nos arropaba silenciosamente con ese cariño tan de mamá osa.

En ocasiones, cuando estamos inmersas en alguna actividad, ya sea terapéutica o cotidiana, de repente, me mira como si me dijera que ni de coña quiere hacer lo que se le está pidiendo/forzando a hacer; o también pone ese gesto tan característico suyo de que le está encantando que la bese y le haga tonterías; o de que la estoy molestando; o de que tiene miedo; o de que está enfadada por algo real o irreal; o de, algo que me apena muchísimo, que está triste porque se da cuenta –a estas alturas de la película sigue dándose cuenta, aunque sea esporádicamente– de que no puede participar en una conversación porque no entiende de lo que se está hablando y, lo que es peor, nosotros no entendemos sus palabras.

[…]

Lo increíble es que, a pesar de no conservar los códigos lingüísticos y de que ya no podamos charlar como parece que el mundo entero charla, podemos comunicarnos de una manera tan básica que no sé si viene dada por el conocimiento y el amor o por el funcionamiento de los mecanismos que traducen los pensamientos, los sentimientos y las emociones en expresiones faciales y corporales. Por eso, os pido que no cerréis vuestros oídos porque ya no podáis hablar con vuestro enfermo. Adaptadlos a otro tipo de comunicación. Se dice mucho sin emplear las palabras, solo hay que ajustar los settings.