Al pertenecer mi madre a una generación que creció entre los naipes de la baraja española, las reglas de los juegos clásicos quedaron muy instauradas en su cerebro o dónde sea que se guarden. Esto que no quiere decir que no haya ido olvidando las estrategias, los nombres y cualquier tipo de norma en relación con los juegos. Sin embargo, recuerda cómo hay que coger las cartas, aunque a veces se haga un lío.
Mi madre dominaba juegos como el subastado, el tute, el guiñote (nuestro juego familiar por excelencia) y, por supuesto, la brisca. Estos juegos tradicionalmente se aprenden en familia. Se trata de un hecho cultural. Normalmente, es la familia la que te enseña a jugar. A lo largo de tu vida te gustará jugar o no, pero se presupone que sabes jugar, al menos a los más básicos.
En nuestras celebraciones, no solíamos recurrir a las cartas por diversos motivos, pero de vez en cuando, lo hacíamos. También recuerdo que fue mi madre la que me enseñó a jugar a todos estos juegos y que en vacaciones matábamos muchos ratos jugando. Mi madre no era una gran forofa de las cartas, sin embargo, era bastante buena porque era una persona inteligente y estratégica, y no lo digo porque sea mi madre, y porque, evidentemente, lo había hecho muchas veces a lo largo de su vida. Lo guay de jugar con ella es que no se convertía en una fiera con los naipes en la mano. He visto abuelas asesinas con briscas en la mano y dan mucho miedo.
De este catálogo tan lúdicamente español, cuando comencé esta fase de vida terapéutica, mi madre ya solo recordaba cómo jugar a la brisca. Hecho que fue en su momento algo traumático, no solo en lo que respecta a asumir que mi madre lo estaba olvidando todo, sino que la brisca no es el juego más divertido que se me ocurre. Y más entre dos. Pero en fin jugábamos y, hoy en día, seguimos haciéndolo aunque si bien es cierto cada vez menos.
Me gustaría hablar a continuación de los procesos cognitivos y conductuales que intuyo que se desarrollan en una partida de cartas:
Comprensión de reglas
- Asignación de cartas.
- Valor y función de cada carta en cada partida: esto implica comprender que cada carta cumple una función asignada por las normas que puede cambiar en la siguiente partida. Es decir, las copas pueden ser triunfo ahora y tener una puntuación, pero en otra partida pueden no valer nada.
- Reglas en sí mismas:
- Movimientos: “matar”, dónde se coloca cada carta, las bazas. En definitiva, concepción física.
- Estrategias: en este sentido, aunque no se trata de un recuerdo lineal, es decir, no tiene por qué recordar todo el rato que el as puede al tres y que por ello hay que guardarlo, aunque en ocasiones, pasa.
- Puntuación: o lo que es lo mismo, sumar los valores atribuidos a cada carta. Esto es fundamental. Las cartas utilizan la aritmética y la desarrollan de una manera sorprendente. Siempre me ha impresionado cómo podemos realizar sin tener que usar lápiz y papel series aritméticas cuando jugamos a las cartas. No es necesario tener un coeficiente de genio ni haber aprendido a sumar con el ábaco. La cuenta de la vieja y la repetición de estas series durante años han sido los ejercicios matemáticos más recurrentes durante siglos. No es necesario ni siquiera saber leer o escribir. Las operaciones se resuelven sin pensar.
- Autoestima: una buena jugada, una buena mano o, simplemente, la maravillosa sensación de ganar son tan placenteras en sí mismas que ya solo por eso merece la pena jugar.
Cómo incorporar la brisca a tu vida
Pese a que si lo pienso fríamente, jugar a la brisca al menos tres veces a la semana, cuando no a diario, me resulta soporífero –entendedme, a mí me gustaba el subastado-, a todo se hace uno y tuve que incorporar este juego a mis instrumentos de observación y distracción. Me explico, me venía genial para valorar en qué estado de ánimo se encontraba mi madre. Cuando observaba que no atinaba con nada relacionado con el juego, evidentemente, no tenía sentido jugar. De lo que me he dado cuenta es de que el día en el que estaba bien, controlaba las cartas más o menos, atendía a estrategias e, incluso, podía sumar. Ya que sus capacidades se han visto mermadas poco a poco hemos dejado de jugar porque no merecía la pena forzarla. Hace un año podía sumar, más o menos, y este aspecto lo trabajábamos mucho. Yo insistía, buscaba métodos y métodos para que ella pudiera sumar:
1) Recordar el valor de cada carta: el as vale 11, el tres 10…
2) Realizar las operaciones: un as (11) + un tres (10)= 21= 10+10+1
Por supuesto, esta parte era más dura. No obstante, podía con ello. En la actualidad, no insisto en ese tema porque no tiene sentido obligarla a hacer algo que no sabe y provocar que se frustre.
En cuanto al recuerdo de las normas y estrategias, también en vías de extinción, la técnica es continuar jugando para que aparezcan espontáneamente. Si me doy cuenta de que tengo que repetir constantemente cómo efectuar los movimientos o qué hay que tirar, cambiamos de actividad.
Por último, me gustaría señalar que se trata de una buena actividad para la distensión y también para distraerla de momentos un tanto tensos.
RECOMENDACIONES
- Como el estado cognitivo y emocional es muy variable, es decir, no es uniforme ni en el mismo día, en mi opinión, jugar a las cartas puede resultar muy útil para distraer de alguna rabieta -porque implica sus buenas dosis de concentración- y de distensión –elemento lúdico. Hay mucha satisfacción en el hecho de llevarse una brisca.
- No suelo utilizar las cartas como la primera actividad.
- Lo primordial es observar. El juego es un indicador de su estado anímico y cognitivo del día. Como ya he indicado, hay una correlación directa entre el día que tenga y cómo juega. Si bien, su valoración al ser la última actividad no servirá para orientar la sesión, sí que servirá para ver qué se puede hacer a continuación (tareas del hogar, por ejemplo).
- Utilizad juegos de cartas que hayan formado parte de su vida. No intentéis enseñar juegos nuevos.
Deja un comentario