Uno de los aspectos más controvertidos de la atención de personas con alzhéimer y demencia es el momento baño, en todas sus dimensiones. Especialmente doloroso, desde la perspectiva de una hija que todavía no ha asimilado todo este proceso y quizás nunca lo haga, resulta ese instante en el que te das cuenta de que hay que controlar esa faceta de la vida de una madre. Después de unas cuantas décadas, se han invertido los papeles. Las necesidades básicas y la higiene de tu familiar se convierten en punzantes constantes en tu vida. Quizás, llegados a este punto, ellos son menos conscientes que sus familiares, lo que me causa cierto alivio. Me alegra enormemente que mi madre no sea consciente de todo esto.

Cuando se rompe la intimidad del baño, se rompe con la independencia de nuestro cuerpo. De alguna manera, se pierde la dignidad y esa entidad de ser autónomo que todos alcanzamos cuando podemos hacernos cargo de nuestro propio cuerpo. Los familiares y cuidadores, para salvaguardar nuestra propia integridad, convertimos esta indignidad y dependencia en rutina. Resulta inevitable pero ¡madre mía, qué maldito destino! Eso sí, uno aprende a relativizar. Qué remedio, si tienes que pasar por esto a diario, mejor no darle importancia. Muchas personas dependientes o que padecen algún tipo de problema físico temporal pasan por esto. No puedo hablar de lo que pueden pensar al respecto porque no lo he vivido en mis propias carnes… aún. Sin embargo, lo he vivido desde fuera en varias ocasiones y enfrentarse a ello me parece dramático. Hay personas que sin padecer ningún tipo de afección cognitiva se ven obligados a depender de otras personas en este sentido, pero son conscientes de ello, lo que entiendo que es más doloroso.

El control de esfínteres se alcanza alrededor de los 2 o 3 años de edad y viene marcado por el proceso madurativo del niño, por lo que como podréis imaginar, el hecho de ser incapaces de controlar los esfínteres en el anciano marcará una nueva fase en el desarrollo de la enfermedad. 

El hecho de enfrentarnos al control de esfínteres ha llenado nuestras vidas con nuevas preocupaciones diarias. Asimismo, ejercer una férrea supervisión sobre la higiene de nuestra madre es una de las tareas que más me duelen si me paro a pensarlo. Así que la mejor opción, desde mi punto de vista, es no pensar mucho en las variables emocionales. Toca actuar sin pensar aunque con conocimiento de causa. Advierto que primero viene el control de la higiene —no sé por qué, pero con la enfermedad se desarrolla una alergia al agua causante de no pocos berrinches—, y después, el control de esfínteres se precipita en un abismo del que ya nunca volverá a escapar. 

Por ello, voy a iniciar una serie de entradas en las que os dejaré consejos (nunca a través de mi boca, sino mediante artículos que expertos sobre la materia han elaborado al respecto).

Si leéis el siguiente artículo, conoceréis cómo tiene que ser un baño adaptado perfecto. Como es muy difícil que nuestros baños se conviertan mágicamente en esta suite del baño gerontológico, os recomiendo que os informéis personalmente sobre la manera más adecuada de adaptar vuestros propios baños, consultando con trabajadores sociales, personal especializado en la atención de personas mayores y con profesionales de las reformas. Lo que veréis en el artículo es lo ideal, tenedlo en cuenta sin obsesionaros. En mi opinión, el primer criterio básico es la seguridad y el segundo, la funcionalidad.

11 pistas para acondicionar un baño para discapacitados o personas de movilidad reducida (como ancianos)