Una breve entrada para hablar de la creatividad del terapeuta familiar aficionado. Desde mi humilde experiencia, me gustaría daros un consejo. Antes de nada, os advierto de que no me gusta dar consejos porque odio recibirlos cuando no los pido. En especial, sobre este tema. Es más, prometo ejercer la violencia verbal y física contra la próxima persona que se atreva a decirme si ya hemos pedido YA la Ley de Dependencia (de la que alguna vez hablaré). ¡Dios!, es que me pone de muy mal humor esa frase, en serio, me ataca los nervios, me cambia el humor e incluso me pone muy agresiva. Y la llevo oyendo desde el día en que tuve un diagnóstico en la mano. ¿Por qué? Porque nadie -a menos que haya solicitado acogerse a ella en los últimos años- tiene ni idea de cómo se materializa la dichosa ley, que no soluciona nada por cierto, pero todo el mundo se cree con el derecho de decirte algo sobre lo que, por si no lo sabían, tengo conocimiento desde el día en que se aprobó en el Congreso, allá por los tiempos de Zapatero. Por otro lado, no es solo que me haya informado cuando he considerado que era el momento, sino que, además, tengo la capacidad de preguntar dónde puedo conseguir información veraz por mí misma.
Bueno, después de este reproche-amenaza genérico y anónimo, voy a lanzarme con mi consejo: no tengáis miedo a experimentar. Buscando se encuentra. Si pintando, conduciendo o leyendo una revista se os ocurre cualquier tipo de actividad, por muy loca que sea (entendiendo la palabra “loca” desde un punto de vista racional y sensato), probad a hacerlo. En serio, no temáis, que no os asusten los resultados. A ver, peor no se va a poner la cosa porque una actividad vuestra no funcione. Lamentablemente, esta es una de las ventajas de las enfermedades neurodegenerativas. Los límites, claro está, siempre vendrán marcados por la estabilidad y el bienestar físico, psíquico y emocional de vuestro familiar en primer lugar; y por el vuestro, por supuesto. Teniendo en cuenta estos criterios, sentíos libres para probar con actividades y recursos. Lo que se os ocurra. Conocéis a vuestro enfermo, lo queréis y nadie como vosotros para discriminar si lo que estáis haciendo le gusta o no.
Además, siendo creativos os entrará el gusanillo, esa curiosidad por saber si la actividad funciona o no; esos nervios del estreno; esa sonrisa del éxito; esa alegría del artesano cuando ve su obra acabada…, y un infinito de metáforas cursis. Cuantas más actividades de vuestra invención probéis, de mejor manera estaréis vacunados contra el fracaso, que hará su puesta en escena, por supuesto. Lo relativizaréis mejor. No es vuestra culpa, es culpa de la enfermedad, no lo olvidéis. Aprenderéis a enfocar vuestras actividades, a adaptarlas al ritmo de esa persona a la que queréis mucho, a buscar motivaciones donde no las hay, incluso en vosotros mismos. En definitiva, ¡sed valientes y dejaos llevar por la creatividad!, la vuestra. No tenéis nada que perder. Absolutamente nada.
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