Trabajar la memoria partiendo de temáticas de interés personales, es decir, reforzando el vocabulario que en el pasado pudiera ser utilizado para expresar sus gustos es una estupenda manera de fomentar las capacidades lingüísticas y sacar a relucir temas de conversación. Os cuento esto porque habréis notado que desde que es evidente que la enfermedad está ahí —destrozando la vida de esa persona a la que queréis y, evidentemente, la vuestra—, ya no podéis hablar cómo lo hacíais antes. Desde la desesperación, yo he probado a conversar con ella tanto sobre mis problemas como sobre cosas banales; sobre lo que me ha pasado durante el día sin cortarme un pelo, haciéndolo de manera natural sin que en mi voz se note ese tono condescendiente que todos ponemos cuando hablamos con una persona enferma; incluso, a veces, me dejo llevar y le cuento mis preocupaciones acerca de lo que nos está pasando y me desahogo soltando de golpe y porrazo todo el batiburrillo de sentimientos que golpean mi cabeza. Lo más seguro es que esto sea contraproducente, pero es lo que me pide el cuerpo… Qué le vamos a hacer.

Os voy a contar un secreto, no hay nada como estar acostumbrados a conversaciones que no tienen ningún sentido. Si os gusta el humor absurdo o, en algún momento de vuestras vidas, habéis tonteado con la psicodelia o la acción evasora de las plantas, qué deciros, increíblemente ayuda. No sorprenderse por la incoherencia de un diálogo facilita que la conversación prospere y os recuerdo que el objetivo es que el enfermo se exprese. Y, además, es divertido. En ocasiones, no solo me he reído sino que hablando de cualquier cosa he conseguido que mi madre dijera algo que tuviera sentido de verdad. 

Bueno, antes de seguir con este rodeo, os diré que lo os vengo a contar se trata de una manera muy sencilla de propiciar una conversación. Puede que fuera por haberse criado en el campo o quizás la acción divulgativa de Félix Rodríguez de la Fuente o porque los animales molan, he encontrado en las imágenes y vídeos de animales un recurso excepcional para iniciar conversaciones con mi madre y mantenerla entretenido. Quizás ya no recuerde apenas ni un solo nombre de animal o quizás en ocasiones sea capaz de nombrar dos seguidos, pero lo que sí que es cierto es que suele fijarse en ellos, intenta describir a su manera cómo son o lo que hacen. Es por estos instantes por los que merece la pena intentar sacar a pasear a los animalillos.  

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objetivos
  • Verbalizar nombres de animales.
  • Atribuir imágenes a vocabularios específicos.
  • Describir animales y su entorno.
  • Fomentar la autoestima.
  • Propiciar momentos de distensión. 
recursos materiales
  • Fotos de animales.
  • Libros y revistas de animales. Creo que ya he comentado en alguna entrada que soy una forofa del papel en este sentido. Poder manipular los libros favorece la motricidad fina. 
  • Documentales de animales.
  • Internet. Aparte de ayudar a perder el tiempo sonriendo, los vídeos de gatitos tienen una función terapéutica, no la desaprovechéis. 
DESARROLLO

Empecemos con esta foto, por ejemplo, un tierno (explotad la ternura, viene muy bien) pollito:

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Podéis preguntar:

  • «¿Qué animal es este?».
  • «¿Qué es lo que hay a su lado?».
  • «¿Cómo se llama la madre de este animal?». 
  • «¿Cómo hace?».

Vale, pío, pío. El pollito es muy sencillo y tiene relación con el entorno que ella ha conocido. Suelo relacionar la imagen con experiencias que ella ha conocido y, pese a que no las recuerde, suele verbalizar alguna palabra en relación a ellos. Por eso, me encanta hablar de animales que todos conocemos. 

Sigamos con otro tipo de animales más lejanos y peculiares. Veamos al perezoso, uno de mis favoritos.

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  • «¿Qué crees que es este animal?».
  • «¿Cómo es?».
  • «¿Dónde crees que vive?».
  • «¿De qué crees que se puede alimentar?».

Ver los documentales de la 2, aparte de para saltarse educativamente la siesta, es genial para mantener la atención sobre otro tipo de escenarios que aunque no sean familiares en absoluto, pueden generar el interés y la curiosidad que se están perdiendo. Además, con el empeño que caracteriza a esta cadena por la sabana africana, la memoria de elefante cobra un significado especial. Recuerdo el día en que mi madre me dijo «Mira, ¡un elefante!». No obstante, no os preocupéis porque no recuerde los nombres o ni siquiera entienda que se tratan de animales. Por ahí, en algún lugar perdido del cerebro, hay un poso de llamada de lo salvaje (guiño), dejadlo que salga. 

RECOMENDACIONES 
  • Es una actividad ideal para compartir con niños. 
  • Insisto, los cachorros molan… 
  • Podéis acompañar la actividad con los sonidos de los animales. Y si no los reconoce, al menos se reirá con vosotros. 
  • Si estáis viendo un vídeo, no perdáis comba para hablar de lo que ocurre en él. 
  • Si tenéis que hacer tiempo fuera de casa, por ejemplo, cuando vais al médico,  llevad con vosotros algún libro o revista de animales. Vienen genial para controlar rabietas o para, simplemente, pasar el rato.